Hace unas décadas, alrededor de Navidad pasaba el cartero, el barrendero o el sereno a pedir el aguinaldo, es decir, una aportación voluntaria de gratificación extra por el trabajo hecho. Vaya, una especie de propina no vinculada a un servicio concreto sino a la dedicación de todo el año.
Tengo en la cabeza los folletos que llevaban impresos y que repartían por las casas con esta demanda que ahora sería impensable. Y también podemos recordar la foto de los guardias urbanos que ordenaban el tránsito desde el medio de la calle, subidos sobre un escalón especial, y rodeados de los presentes que los vecinos le habían ido haciendo a lo largo del día.
El aguinaldo en catalán se llama "les estrenes", pero realmente se había impuesto el castellanismo, aunque hoy en día se trata de un barbarismo casi desaparecido, pero no porque la palabra catalán haya impuesto sino porque es el propio concepto el que se ha hecho escurridizo.
Las estrenes (en plural) son, pues, el regalo, presente, dado como gratificación a un servicio. Provienen del latín strēna (presagio; regalo festivo de buen augurio).
El aguinaldo castellano es una deformación del antiguo aguinando o aguilando, esta última utilizada aún hoy en Andalucía, derivada de la expresión latina hoc in anno (en este año), que se empleaba como estribillo en canciones populares de fin de año.
Este curioso origen de aguinaldo, a partir de unas canciones, sería similar a la origen de sumsum corda o una de las versiones de gringo (de la letra green go de una canción).
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